domingo, 22 de noviembre de 2009

CARTA ABIERTA

La explicación de la muerte y la disposición ante ella es un asunto que no hemos resuelto en los cerca de 400.000 años que llevamos pensando en ello.
Mi postura es clara: es un momento por el que tenemos pasar todos, tanto como protagonistas como espectadores. Por lo tanto es algo tan natural como que se te caigan los dientes de leche. No digo que sea la verdadera, ni si quiera la mejor, pero yo he pensado mucho en ello y esa es mi conclusión. También creo que el alma es energía, y como tal, no se destruye.
Creo que en otros momentos y en otros lugares nos reencontramos con gente con la que en algún momento de alguna vida (o por eso) conectamos de una manera especial.
El día de la excursión en coche en el viaje de Mallorca nos encontramos MariLuz, Maite Cuesta, Manolo y yo sin coche, y todo hay que decirlo, sin ganas de excursión.
Aquella mañana-tarde fue uno de esos momentos donde unas almas quedan para otros lugares en otros momentos. Desde aquel día hasta hoy a pasado mucho tiempo pero, para mi, esos tres siguen pendientes de una quedada. Dos de ellos ya están esperando en otro lugar. Que esperen, no hay prisa.
Y si no logramos encontrarnos por cuestiones de agenda... pues no importa porque aquella mañana-tarde seguirá existiendo, seguro, en la memoria de los cuatro.
La elección o ilusión en creer en que las cosas son así es mía y de nadie más. Nadie tiene que pensar que puede opinar si creo seguro o no lo que sea.
Cosas bellas escribiste, Juanvi, pero no caigas en el error de querer fiscalizar una persona y su recuerdo.
Si como tú dices, que no lo dudo, conocías de manera tan profunda sus sentimientos y lo que pensaba sobre el resto de la gente, sabrás, como lo sabemos casi todos, que MariLuz era libre, muy libre.
Ninguna opinión ni sentimiento son reprobables. Eso se llama libertad.
Los insultos, sí.

Un saludo a todas y todos.